miércoles, 30 de enero de 2008

Opiniones en contra

Unos 200.000 euros ha cobrado Al Gore por dar una de sus famosas conferencias sobre el Cambio Climático en Palma de Mallorca. A esta isla del mediterráneo llegó el ex vicepresidente en su jet privado. El mismo jet privado que le llevó el pasado viernes 26 de octubre a Asturias donde felizmente recogió el premio Príncipe de Asturias para la Cooperación internacional. Y de Oviedo, parando en Barcelona, a Sevilla donde adiestró a 200 apóstoles con el encargo de adoctrinar a la población española. Imagino que quienes no creemos en las medidas colectivizadoras y tememos la acción intervencionista de los gobiernos con medidas inútiles -como el Protocolo de Kyoto- somos mucho más incoherentes que el millonario Al Gore. Imagino que el combustible que mueve sus aviones y coches no tiene como base el petróleo sino el etanol, y me pregunto cuál será su opinión a las consecuencias desastrosas que acarrea utilizar lo que comemos para hacer combustible. Seguramente los ecologistas preocupados por las grandes causas de la Tierra no se han detenido a pensar en estas pequeñeces: sus preocupaciones son otras y mucho más importantes que las de aquellos que no tienen con que pagar los altos precios de los derivados del maíz producidos por el incremento de la demanda y las distorsiones de las subvenciones. Ya saben, la economía es cosa para gentes de derechas mientras que para el proletariado Marx proveerá.

Además del Príncipe de Asturias también ha sido galardonado con el Premio Nóbel de la Paz –honor que comparte con personajes como Yasser Arafat-, un Óscar y toda una retahíla de diplomas y estatuillas que no pueden borrar el rencor permanente de quien no fue capaz de conseguir notoriedad e importancia a través de unas elecciones libres de acuerdo a los principios constitucionales que las regían. El resentimiento de los perdedores le ha llevado a recorrer el mundo con un mensaje apocalíptico que no puede ser puesto en duda basado en exageraciones y modelos matemáticos, cuando menos, cuestionables. Debo reconocer que tras el fallo del Nóbel no pude resistirme y me hice con una copia del documental "Una verdad incomoda". Lo compré con el dinero que permanece en mi bolsillo tras descontarle lo que me quita el Estado para gastarlo en lo que él –todopoderoso y benevolente- considera oportuno.

No pretendo entrar a descalificar los postulados del documental pues ya algunos colaboradores de Diario de América han planteado datos científicos alternativos que Al Gore desconoce o conscientemente prefiere ignorar para no poner en entredicho su verdad… incomoda. Sí quiero remarcar, en cambio, la intencionada mezcla que se hace sobre lo que son datos científicos, las consecuencias políticas que de ellos deben extraerse y las vivencias personales del propio Gore. Si los datos que expone son cuestionables más cuestionable resulta pensar que de una evaluación científica sólo pueda extraerse una consecuencia política; se cae aquí en la negación de la política como modo de resolver controversias a través del debate público, sometiendo a la voluntad de los ciudadanos la decisión que se considere más oportuna para resolverlas.

Y peor que cuestionable, hiriente pare la inteligencia humana, resulta la escena en que se mezcla el accidente que dejó a su hijo en una situación cercana a la muerte con su voluntad decidida de contribuir al bien común. Se trata de una victimización que coloca al espectador en un lugar cercano al emisor del mensaje con las protecciones racionales desactivas para que la identificación con el dolor ajeno haga más fácil la transmisión de un mensaje a través de canales emocionales. Y ya sabemos que ocurre cuando el lugar de la política es ocupado por las pasiones y no por el análisis racional y sereno de la situación y sus consecuencias. El populismo y la demagogia dejan expedito el camino para que los políticos imbuidos en una áurea de santidad con una misión redentora cometan las mayores atrocidades en nombre de nuestro propio bien.

Me niego a recibir lecciones de alguien que es más ineficiente energéticamente que yo. Lo siento, es una cuestión de principios: Reciclo, utilizo transporte público para desplazarme y la factura energética de mi casa es mucho menor que la de la familia Gore.

Hay quienes ya hemos sido tachados por El País de enemigos de la Ciencia –así, con mayúsculas y en singular- por plantear que los postulados científicos deben ser expuestos a la comunidad científica para su continua falsificación y contraposición de datos: prácticas que hacen avanzar la Ciencia. Lo contrario, exponer datos sin admitir su puesta en duda ni admitir pruebas que los contradigan, no es lo característico del método científico sino de la verdad revelada. Dejo a disposición del inteligente lector la consideración de si el cambio climático y sus consecuencias deben permanecer en el ámbito de la verdad incuestionable o en el de la ciencia y el conocimiento experto. Y por supuesto me niego a admitir que ante un hecho científico sea una elite política la que nos marque cuales deben ser las acciones que debemos llevar a cabo. La intervención estatal es siempre más ineficiente que la iniciativa privada, abierta a la innovación continúa y espoleada por la competencia abierta y libre. Esto se ha demostrado recientemente cuando podemos constatar como en el último año la muy intervencionista y comprometida Europa ha aumentado sus emisiones de gases causantes del calentamiento global mientras que los capitalistas e imperialistas estados unidos las han disminuido. Si el origen del Cambio Climático es antropogénico el futuro del planeta no dependerá de la acción concertada de los gobiernos sino de las acciones individuales de los ciudadanos que elegirán formas más eficientes de transportarte y crearán riqueza ignorando los postulados catastrofistas y conservadores de todos aquellos que consideran al ser humano un peligro y no una fuente de innovación y desarrollo permanente. Hace mucho que las teorías apocalípticas y -supuestamente científicas- de Malthus se demostraron falsas debido a que no tenían en cuenta esa capacidad casi infinita que tienen los hombres para crear riqueza siempre que puedan desenvolverse en un marco de libertad donde su seguridad esté garantizada. Y la verdad incómoda de Al Gore no tardará en correr la misma suerte.

No debemos olvidar quien es Al Gore, hijo de una aristocracia rancia y elitista que aspira a gobernar una Nación libre desde Washington anteponiendo la felicidad colectiva antes que la búsqueda de la propia felicidad. Pero tampoco debemos confundirnos, Al Gore no aspira a ser el próximo presidente de los Estados Unidos –ya fracasó en sus intentos anteriores-. Sus aspiraciones y ambiciones son hoy aún mayores, no me cabe la menor duda de que sueña con ser nombrado algún día Secretario General de las Naciones Unidas y así poder salvarnos a todos de nuestra ignorancia e infelicidad. Y encima le sale rentable.


Por Miquel Rosselló Arrom

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